Cuerpo Luminoso

Podemos llamar al Cuerpo Luminoso el vehículo de cuarta dimensión.


Tenemos un punto, el timo; un eje central que entra por nuestra fontanela: en vertical el Sol, pero el verdadero sol ahí arriba, y la Tierra. El centro entre los dos extremos más importantes sigue siendo el sol, pero sólo cuando podemos –de verdad- amar la tierra. Cuando amamos la tierra el sol es el punto más importante. Y cuando tenemos una esfera, esa esfera se crea a partir de ese vínculo con el pecho y con el timo que se expande. Timo, pecho, plexo solar forman esa esfera que se lanza hacia el mundo y crea el cuerpo luminoso. El cuerpo luminoso es nuestra energía alrededor, pero no es el vehículo de quinta dimensión. Nos cuesta sentir más allá de la piel, pero poco a poco vamos percibiendo cosas. Vamos recibiendo mensajes del cielo y de la tierra. Vamos recibiendo mensajes de un vínculo con un ser humano cuando nos centramos en él, de un lugar de poder…; vamos recibiendo energías de los sueños que tenemos… Esa gran esfera que nos rodea tiene que poder alargarse enormemente, pero cierto que cuando esa esfera se convierte en la armadura de luz, desde la zona de hara y desde la zona de kunda –la base de kundalini y la energía en nosotros, allí cerca del perineo- surge una enorme fuerza que crea una especie de gran disco de luz. Un disco horizontal -no vertical- en el cual la cabina de mando es el cuerpo luminoso; pero la irradiación alcanza muchos metros, 12-20 metros de distancia de radio. Ese sí es un vehículo de quinta dimensión. El vehículo de cuarta dimensión está siempre con nosotros, cerca de nosotros; con él podemos vivir mucho más divinamente en nuestra tierra. Ese vehículo puede ser programado, ese vehículo está vivo y es conciencia de Dios y total sabiduría de Dios en este instante. Ese vehículo es todo lo que tenemos para dialogar con nuestro Dios íntimo. Ese vehículo es la sabiduría de la luz en el momento de la muerte que nos tiene que responder a nuestras incógnitas y que nos conduce también a la libertad. Esta energía que nos rodea es el primer contacto esencial con el Ser, es la irradiación del ser desde el Sancta Sanctorum del corazón. Así que antes o después tenemos que hacernos familiares con ese vehículo. Con él somos seres humanos, y sin él no lo somos. Sin él lo único que manifestamos al mundo es una energía muy cercana a la piel, una especie de aura más o menos agitada por las emociones, pero ese cuerpo, esa envoltura luminosa sólo irradia como una esfera de verdad, -enorme a nuestro alrededor, bamboleándose a nuestro movimiento, penetrando incluso en la tierra cuando ya hemos resuelto los problemas básicos del ego-, cuando ya hemos abrazado nuestros miedos, cuando tenemos confianza en nosotros y amamos el Dios que somos, y no estamos en continua terapia con el rechazo de nuestra infancia; cuando comprendemos que no se puede cambiar todo lo que hemos vivido, ¡que ya vale! Que un día hay que acabar con este negocio de intentar arreglar los pequeños tornillos para arreglar el edificio entero.