viernes, 17 de diciembre de 2010

Cerrando los agujeros del Cuerpo de Luz


La envoltura luminosa casi esférica que rodea hoy en día a los seres humanos puede ser alterada de diferentes maneras, produciendo en todos los casos grandes desequilibrios físicos, energéticos, emocionales y mentales. Las drogas destructivas, la rápida sucesión de partos, el descontrol sexual en  la infancia y juventud, las sustancias psicotrópicas, los accidentes y las enfermedades graves, las salidas descontroladas del cuerpo, la angustia emocional prolongada, un susto arrasador, el miedo en las experiencias de ensueño, los arrebatos místicos prematuros, los celos o el rencor, y un largo etc.

A veces la unión combinada de varias de estas causas, aunque sea en mínima proporción, junto con el estrés y la agitación neurótica de la vida moderna, bastan para romper el delicado velo etérico del plexo solar, de la garganta, del bajo vientre o de la coronilla. Provocando una apatía permanente con falta de deseos de vivir; una pérdida del sentido del yo que se hace vulnerable de los ataques emocionales del exterior; una excitación insaciable con ansias destructivas; o simplemente la locura descontrolada y degenerativa. Y, sin llegar a estos extremos, muchas personas sienten que no disponen de energía suficiente, que siempre están enfermas o delicadas, se sienten confusos o tienen mala suerte y parecen gafaos. Sin energía, la suerte solo puede ser adversa, porque el inconsciente cortocircuita todos los deseos conscientes y los hace fracasar. Esta es la causa por la que nuestra envoltura luminosa debe estar completa y sin desgarros, irradiando una intensa luz, fruto de la energía acumulada y retenida. Debe ser capaz de volar libremente hacia los planos de la conciencia que le pertenecen y en  los que se manifiesta como un verdadero vehículo sólido capaz de desarrollar una vida completa y autónoma sin depender de la materia.